jueves, 21 de abril de 2016

El Estado servil, de Hilaire Belloc

El post de hoy nos trae una reseña escrita por nuestro colaborador Alfonso Díaz Vera que nso presenta una de las obras clásicas del distributismo: El Estado Servil, de Hilaire Belloc.

Hilaire Belloc fue uno de los más mordaces e incisivos críticos de las condiciones económicas y sociales de su época. De origen francés, católico e hijo de una importante activista social (Elisabeth Rayner Parkes), se educó en Gran Bretaña y llegó a ser miembro del Parlamento. Lo que observó durante su breve carrera política y su indignación ante las condiciones sociales de la Inglaterra de su época, le llevaron al ejercicio de un periodismo y un estilo de ensayo extremadamente crítico y muy inconveniente para las autoridades de su tiempo, llegando a tener serios problemas legales tras denunciar las actividades de algunos miembros del gobierno en el escándalo Marconi. Amigo íntimo de G.K. Chesterton, destacó en sus artículos y ensayos por su combatividad frente tanto al capitalismo de su tiempo como a los planteamientos teóricos de los socialistas fabianos. Al igual que su amigo Gilbert Keith, cultivó múltiples géneros literarios, destacando particularmente sus novelas y poemas. Su obra “Cautionary tales for Children” es considerada hoy en día como un clásico de la poesía infantil inglesa. Su particular estilo y su vehemencia le valieron, y aún le valen, calificativos como “antisemita” o “proselitista católico”. Christopher Dawson criticó, sin citar a Belloc, el apasionamiento de historiadores y ensayistas católicos, por considerar que contribuía a alimentar una imagen marginal y radical del catolicismo. Por el contrario, Friedrich Hayek, que apreciaba la obra de Belloc, menciona en su famosa obra “Camino de servidumbre” (1944) que “El estado servil”, escrita dos décadas antes del advenimiento del nazismo, explica más de lo que sucedió después en Alemania que la mayoría de obras escritas a posteriori.

Más interesante que la acogida que este libro tuvo en las décadas posteriores a su publicación, es el asunto de la validez o utilidad que algunas de las ideas principales del mismo pueden llegar a tener hoy en día. En un momento como el actual, en el que la crisis financiera iniciada en 2008 continúa socavando las bases del pensamiento económico hasta hace poco comúnmente aceptado, vuelven a cobrar actualidad ensayos que, como este, destacan por su crítica mordaz a las bases y principios que hay tras las propuestas económicas materialistas. Y es que Belloc no ve una diferencia sustancial entre el capitalismo y el colectivismo socialista. Para él ambos sistemas se caracterizan por una minoría (una oligarquía propietaria de los medios de producción en el caso del capitalismo y una élite de burócratas con control sobre las decisiones económicas en el caso del socialismo) que controla la economía, mediante la propiedad y/o el control del capital, dejando a la mayoría de personas sin otro medio de vida que el arrendamiento su fuerza de trabajo.

Tras definir adecuadamente los principales conceptos económicos que utilizará posteriormente en su estudio, Belloc realiza un agudo repaso histórico de la condición servil. Para él, la servidumbre característica de los tiempos paganos (recordemos que Aristóteles, posiblemente el hombre más sabio conocido de la antigüedad, no puso ningún reparo moral a la utilización de esclavos en la economía urbana y doméstica) fue disuelta temporalmente por el progresivo advenimiento del cristianismo, hasta quedar prácticamente abolida en la Europa cristiana de la Baja Edad Media. Estos logros fueron posteriormente malogrados, según Belloc, a partir de la denominada Reforma Protestante, que supuso en los países afectados, y peculiarmente en Inglaterra, la confiscación de gran cantidad de bienes en manos de la Iglesia o de régimen demanial, privando a quienes vivían de la explotación de esas tierras de su sustento y ayudando a constituir una oligarquía de grandes propietarios. Llegada la revolución industrial, esa oligarquía contaba con la acumulación de capital precisa para acometer las inversiones que las nuevas técnicas de producción fabril precisaban. La situación resultante de este proceso histórico sería: 
  1. Una clase dominante propietaria del capital
  2. Una mayoría de desposeídos que constituyen el factor trabajo necesario para producir riqueza al ser aplicado a ese capital.
Belloc caracteriza esta situación como de “equilibrio inestable”, debiendo por tanto ser reformada y sustituida por una de las tres siguientes soluciones estables: la solución colectivista (la propuesta, entre otros, por los socialistas fabianos); la solución servil (la típica de las sociedades paganas, que no cuenta con los condicionantes morales característicos del cristianismo); y la solución distributiva (de la que él es partidario, y que debe su nombre a la idea de una distribución lo más extensa posible de la propiedad, de manera que se minimice su disociación con el trabajo, que da lugar al servilismo). Su análisis continúa apuntando hacia el estado servil, al que conducen tanto el capitalismo como el socialismo, aparentemente la menos atractiva de las tres opciones, como resultado probable y lógico de la evolución futura de la economía y la sociedad. Basa su argumento en la tendencia entre los desposeídos a consolidar su condición de clase asalariada demandando al estado y a sus patronos precisamente aquello que les hace dependientes, más salario y más seguridad, en lugar de reivindicar el acceso a la propiedad, única fuente de libertad económica y política.

Pese al tiempo transcurrido, la lectura de este ensayo de Belloc conserva una frescura y una actualidad increíbles. La agudeza y profundidad de su análisis, unida a lo inquietante de sus conclusiones, promete no dejar indiferente a nadie. Entre otros méritos, anticipa efectos que se han dado mucho después, como la contratación unilateral que las grandes compañías imponen a sus clientes, lo que hoy en día denominamos “contratos de opción”, que se dan sobre todo en sectores como energía, banca y comunicaciones y en los que el consumidor tan solo tiene la opción de aceptar el contrato o renunciar a recibir el servicio. Belloc anticipó efectos como éste que, sin lugar a dudas, ponen al ciudadano corriente en una posición subordinada respecto de la gran empresa y el Estado. Por el contrario, el tono de sus conclusiones finales, un tanto apocalíptico, afortunadamente no ha sido confirmado por la evolución histórica de los últimos cien años, al menos en los países más desarrollados. Sin embargo, dejando a un lado las cuestiones de énfasis, su análisis sigue contiendo muchos elementos de aplicación más o menos directa a la situación actual.  Ante todo, consigue llamar nuestra atención sobre una cuestión que sigue siendo fundamental hoy en día: una economía que no está al servicio del ser humano da como resultado un ser humano que está al servicio de la economía.   

Autor: Hilaire Belloc.

Título original: The Servil State (1913). Traducción de Bruno Jacovella.

Editorial: El buey mudo, Madrid, 2010. ISBN: 978-84-937789-2-7.

Extensión: 196 páginas.

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